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juanca lina

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Nos quedamos en silencio, hasta que Jesús dijo que no era necesario insistir en algo tan obvio y que por su parte no habría problemas, yo simplemente sonreí mientras afirmaba con la cabeza y mamá nos abrazó a todos, primero a papá a Jesús y por fin a mí. Ese fue el principio de una época estupenda, y cuando fuimos al pueblo por semana santa.

Pocos días antes de la marcha llegue a casa una tarde y mamá estaba al teléfono, hablaba con su hermana Marta por lo que supe después, pero sonreí por la media conversación que oí, pues mamá insistía en decirle. ¡Si! Fue como te he contado y estoy segura que los chicos no tendrán problemas en entenderse, recuerda que tus dos mellizas tienen la edad de Sandra, y Luisito esta entre los dos míos, pero como te he contado Jesús se comporta como una fiera en la cama, cuando lo cates te sorprenderá, al verme cambio un poco el tono para decirle que ya seguirían hablando en otro momento.

Me abrazó para besarme y con una mirada picara me dijo. Es que mi hermana me hablaba de lo bien que lo pasaríamos pronto, y le he contado como han sido estas ultimas semanas en casa, al principio parece que lo dudaba, pero le he comentado que posiblemente no tendríais problemas en tratarlos como a nosotros, imagino que lo pasareis muy bien y a Marta ya le he puesto los dientes largos con tu hermano, pero sé que si te lo propones le puedes dar más de una alegría.

No me ha comentado nada de cómo se comportan las mellizas entre ellas o con Luisito, ya que están más cerca y se ven con más frecuencia, aunque imagino que nos sorprenderemos todos, de los cambios desde la ultima vez en que estuvimos juntos.

Por primera vez, en lugar de repartirnos por las casas de los parientes que les quedan allí, ya que la casa que hay de los abuelos es pequeña para todos, tomaron una casa rural a las afueras. Siendo los que vivimos más lejos llegamos los primeros, descargamos el coche y a pie nos dirigimos a casa de los abuelos, llegando vieron el coche de la tía Marta que se detuvo en la puerta, al llegar a su altura todo fueron besos y abrazos, entramos en la casa y vimos a los abuelos muy contentos de tenernos allí, aunque faltaba el tío Luis que no tardo en llegar.

Estábamos tomando unos vinos como aperitivo, mientras la abuela, sus dos hijas y la nuera, terminaban de preparar la comida, cuando Luisito llamo en un aparte a Jesús y salieron al corral, donde por cierto hacia bastante frio, cuando regresaron les vi sonrientes a ambos y eso me tranquilizo, sobretodo cuando Jesús me hizo un imperceptible guiño, la comida discurrió entre risas voces vino y mucha alegría por parte de todos, casi al final de la misma note una mano en mi muslo, a mi derecha estaba Silvia una de las mellizas, con el codo apoyado en mi pecho sin disimulo, al mirarla me sonrío y subió un poco más su mano.

Comencé a mojarme y mire a mamá a los ojos, que al parecer era la única que se había dado cuenta de la maniobra, ella a su vez fijo los suyos en los de Silvia, que al percatarse que había sido descubierta, aparto un poco el codo pero sin retirar la mano. Apoye el brazo sobre la mesa, de modo que al adelantar mi torso mis pechos quedaron descansando encima, entonces baje la otra mano y colocándola sobre la suya, la guie hasta el objeto de su deseo, entonces fue la mano de Luisito, la que se aventuró a entrar bajo mi suéter y acariciarme la espalda, protegida de miradas en parte por la silla.

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Era un muy buen comienzo y suponía que eso no quedaría así, pero me estaba inflamando por momentos, mamá con muy buenos reflejos, me dio su llave de la casa y nos propuso a los “jóvenes” salir un rato a dar una vuelta por el pueblo, aunque aún oscurecía temprano y eran ya más de las 5 de la tarde, quedamos en que nos encontraríamos en la casa, cuando ellos terminaran de hablar con los abuelos, Tío Diego, marido de tía Marta le dio a Elena las llaves del coche, para que sacáramos el equipaje al llegar a la casa, pues imaginaba que llegaríamos antes que ellos.

Mientras me ponía el chaquetón, vi la mirada cómplice entre Jesús y Luisito, también me fije en la mirada airada que les dispenso Silvia, pero Elena lo soluciono en un santiamén, cuando les dijo que había dejado su ropa de abrigo en el coche, y que entre los dos primos le tendrían que dar cobijo y calor. No hizo falta mucho más y en cuanto salimos a la calle, se coloco entre los dos que la envolvieron con sus respectivas parcas, cubriendo así lo que hacían sus manos juguetonas. Como hacia fresco decidimos irnos para la casa directamente y dejar la excursión por el pueblo para el día siguiente.

Mientras que las chicas fuimos a la cocina, pues Silvia había acompañado a tía Marta a contratar la casa y le resulto fácil conectar la calefacción, dimos una vuelta rápida por la casa poniendo los termostatos a 22 grados y abriendo todas las puertas, los chicos se dedicaron a encender la chimenea, de modo que cuando nos sentamos a oscuras en los sofás, Silvia y yo en uno y Elena entre los dos chicos en el otro, solo se oía el crepitar de la leña, algunos suspiros primero y muchos jadeos después y es que mientras que a mi, Silvia me estaban dando un repaso de lo más completo que se puede hacer sin quitar del todo la ropa.

Mire hacia el otro sofá y a la escasa luz de las danzarinas llamas, vi que Elena estaba en manos de los dos sátiros, que le tenían el suéter levantado y un pecho cada uno en la boca, pude ver como tenia la falda también arrollada a la cintura, y alguno de los dos le estaba dando duro, pues el inconfundible “chapoteo” de algún dedo muy bien adiestrado, sonaba a gloria en mis oídos, me extrañaría mucho que alguna vez haya tenido frio mi primita.

Al rato oímos ruido de motor y con celeridad nos recompusimos la ropa, pensamos que no era plan tener algún tropezón ya la primera noche, sabia por mamá que “ellos” entre hermanos, tenían un tipo de relación muy peculiar, y que al menos tía Marta estaba al tanto de la nuestra, pero desconocía cual era la relación que el resto de la familia nos permitiría tener, fueron Luisito y Jesús quienes les ayudaron a descargar el resto del equipaje.

Cuando por fin entraron y después de despojarse de la ropa de abrigo llegaron al salón, notaron la buena temperatura que tenia, hicieron alabanza de los “chicos” que fueron quienes habían encendido la chimenea, fue el tío Diego quien sirvió unas copas, para seguir con la fiesta que habían comenzado en casa de los abuelos y Elena quien reclamo que a nosotros también nos sirvieran algo, ya que estábamos fuera del horario escolar como dijo ella, todos reímos la gracia pero Diego sin encomendarse a nadie nos sirvió unas copas de Cointreau con algo de hielo a los cinco.

Mama y yo fuimos a la cocina a por más hielo y de paso, a que me contara porque estaban todos tan contentos, además de por el alcohol que se notaba que habían tomado ya, entonces mamá con una sonrisa picara me explico. Es que de vuelta Luis a insistido en que viniéramos todos en el coche, yo me he sentado a su lado, Diego y papá en el asiento trasero, mi hermana sobre sobre las piernas de Diego, y cuando le ha cogido las manos diciendo que como no llegaba el cinturón la sujetara él, y las a colocado sobre sus pechos, Blanca no lo ha dudado, se ha sacado el abrigo que ella si se había puesto y se ha sentado sobre las de papá, imitando a Marta también se ha hecho sujetar por los pechos.

Luis ha arrancado y después de poner segunda, yo he cogido su cambio de marcha y hemos ido viniendo, pero pasando por el camino de la presa.

Mamá eso son más de 10 kilómetros entre ida y vuelta.

Bien que lo sé y ellos también, de vez en cuando giraba la cabeza, al parecer solo necesitaban un pequeño empujón para soltarse, esta noche será memorable o eso supongo.

Salimos al salón con el hielo y vimos a Diego con Marta muy acaramelados, Belén con papá también y los chicos no estaban, oímos música en una salita más pequeña, que da acceso al garaje que no habíamos empleado, allí estaban los cuatro morreándose y manoseándose, mamá y yo nos miramos y regresamos a la cocina, pues al parecer el hielo ya no era necesario y nos abrazamos dispuestas a tomarnos también una razonablemente buena ración de sexo.

No nos dimos cuenta de la presencia de tío Luis, hasta que noté una mano en la espalda, mientras trataba de participar en el morreo que nos estábamos dando, mamá se retiro un poco y fue él quien siguió explorando mi boca, enredando su lengua con la mía, mientras que note las manos de mamá que trasteaban entre nuestras pelvis, mamá le había sacado la verga y a mi me estaba bajando las bragas, yo estaba como en una nube hasta que noté su dura verga contra mi sexo, oí como mamá decía. ¡No te apures por nada, estamos todos protegidos y limpios!

No tenia muy claro para quien eran esas palabras ni me importaba demasiado en ese momento.

Eso era con diferencia, mucho más de lo que había imaginado que podía suceder, en tan poco tiempo de estar todos bajo el mismo techo. No le costó demasiado encararla y cuando la sentí dentro, solo se me ocurrió abrazarme a su cintura con mis piernas, mientras con los brazos rodeaba su cuello, note los besos de mama en la nuca, y sus manos como se colaban entre nuestros cuerpos para acariciarme los pechos, mientras que Luis se había sentado sobre el borde de la mesa de cocina, para no tener que hacer tanta fuerza y me iba follando con él, fue fantástico llegar a un orgasmo con mi tío en presencia de mamá, sobretodo sabiendo que ella estaba deseando tomar el relevo en algún momento, pero no nos apremió para nada.

Salimos de la cocina con unas bandejas de embutido, pan y algo de vino, mamá encendió las luces sin darle importancia al panorama que se mostro a nuestros ojos, tanto Belén como Marta estaban con la ropa a medio quitar, se recompusieron un poco, mientras que Diego y papá cerraban con disimulo sendas braguetas, nadie comento nada y cuando acudieron los demás, congestionados por el calentón que llevaban, nadie reparó en que los únicos que NO estábamos azorados, éramos los tres que habíamos estado en la cocina.

Al parecer todos teníamos apetito, dimos buena cuenta de lo que sacamos de la cocina y a nadie se le ocurrió reprender o comentar siquiera, algo sobre el consumo de vino por parte de los más jóvenes, de hecho el más joven era Jesús, pero también el más corpulento del grupo.

La casa contaba con seis habitaciones con baño cada una, la asignación de habitaciones fue algo simbólico, como quedo claro ya desde el primer momento, mientras cenábamos se hizo dicha asignación de la siguiente forma. Una habitación para cada pareja adulta, una para las tres chicas y otra para los dos chicos, con lo que quedo una libre, a la que mi tío Luis después de la cena, colgó un cartel que no se de donde saco, de esos que ponen “Libre” por un lado, “Ocupado” por el otro.

A nadie se le ocurrió encender la tele, pero ninguno se decidía retirarse a las habitaciones, hasta que papá nos sorprendió a todos, se acercó a la chimenea y después de poner un par de troncos, apago la luz principal, entonces se acercó a Blanca y tomándola de las manos tiro de ella para que se incorporase, la tomo por la cintura y dando las buenas noches se dirigieron hacia la habitación libre, dándole la vuelta al cartel, que mostró el “Ocupado”.

Diego hizo lo mismo con mamá y ella lo guio hacia su habitación, Jesús se acercó a las mellizas y fueron a la habitación de las chicas, Marta cruzo una mirada con Luis y este se acercó a mi, tirando de mis manos y llevándome hasta la habitación de los chicos, de camino oí como ella decía. Luisito hemos quedado tú y yo, pero si quieres después te cambias por tu padre y fueron hacia la habitación que tendría que haber compartido con Diego.

Con Luis ya había tenido una grata experiencia en la cocina, pero cuando comenzó a acariciarme, parecía que tratara una muñeca de porcelana, era todo delicadeza y por su forma de rozarme apenas con las yemas de los dedos, y la punta de la lengua mientras me iba despojando de la ropa lentamente, olía mi propio flujo como si manase de un manantial, cuando me tendió en la cama y comenzó a besarme comenzando por los ojos, recordé donde habían practicado ambos, pues mamá lo hacia de la misma forma, arrodillada junto a mí como él en ese momento.

Llego a los pechos y cuando trate de corresponderle, simplemente aparto mi mano y siguió con su tarea, fue lamiendo y besando desde casi el hombro, bajaba hasta rodear el pecho, llegando a la areola pero sin rozar el pezón, después se pasaba al otro y subía otra vez hasta casi el otro hombro, mi experiencia real y buena con hombres, se reducía al trato con Jesús y papá, los otros hombres con los que esporádicamente había tenido sexo, solo se preocupaban de su satisfacción, pero al parecer era algo de familia, la generosidad en el sexo, dar sin pedir nada a cambio, y aunque estaba muy concentrada en lo que me estaba haciendo, recordé y tomo sentido algo que mamá comentaba a veces.

¡Quien regala bien vende, si el que recibe lo entiende!

Era evidente, Luis siguió hasta llegar a colocarse entre mis piernas, y aunque había restos que no había limpiado, de nuestra escaramuza en la cocina, aunque el no llego a eyacular algo de liquido preseminal había dejado, y yo si que solté mucho flujo, aunque eso no fue impedimento para que comenzara con lentas lengüetadas que me hacían estremecer, mis dedos se hundieron en su rizado cabello, pero no se me ocurrió tratar de guiarlo, sabia muy bien que y como hacerlo, cuando decidió cambiar los lengüetazos, por intentos de penetración con la lengua, que parecía que se hubiera endurecido de forma descomunal, simplemente me di por vencida y entregada del todo.

Perdí el poco control que creí que tenia sobre la situación, era él quien me tenia a su merced y bien que lo sabia. Me follaba con la lengua como si de un pene mediano se tratara, pero con gran maestría me acariciaba el clítoris con dos dedos, que no atinaba a entender como era capaz de colocar, ni era algo que me preocupara, solo cuando comencé a jadear pensé que quizás alguien me oiría, pero al prestar atención, oí que alguien había tenido el acierto de salir al salón y poner música ambiental, de modo que me costó distinguir, otros jadeos, fuertes suspiros, y hasta algún apagado grito, era una feria lo que teníamos allí montado entre todos.

El primero de los orgasmos en la cama, fue algo sensacional y nada que ver con el que había tenido en la cocina, ya que este a diferencia del otro no terminaba pues Luis no lo permitía, además que no me corte a la hora de expresarme, con rápidos jadeos antes de emitir un apagado grito que más parecía un lamento. Él seguía insistiendo y cuando el punto “G” se hizo patente insistió en él, con la punta de la lengua lo apretaba de forma intermitente, creí que me desvanecería, pero controlo muy bien en que estado estaba en todo momento y no lo permitió, cuando por fin me dejo terminar, estaba extenuada.

Se tendió a mi lado y pude comprobar que conservaba el pantalón y la camisa, me abrazo y me pregunto que tal estaba. Solo le pude responder que muy bien, pero que lamentaba mucho que no me hubiera permitido hacerle nada, sonrío y después de besarme la frente me dijo que no pensaba ir a ningún sitio en un buen rato. Cuando me repuse un poco me incorpore un poco y me pareció dormido, cuando me disponía a acurrucarme en el y tratar de dormirme también, me susurro. ¿Tienes sueño?

Comencé a reír, mientras me montaba encima suyo y con mucha menos delicadeza que él le solté la camisa, cuando le afloje el cinturón me arrodille entre sus piernas y tire de sus pantalones, apareciendo ante mis ojos ese portento, con la que un rato antes me había penetrado en la cocina y que no había tenido oportunidad más que de notar, no de contemplar como estaba haciendo en ese momento, era muy semejante en tamaño a la de Jesús, pero con las venas más gruesas, lo que la hacia al tacto más rugosa, no fui tan sutil como él y sin demasiadas manías comencé a ensalivarla.

Cuando ya no me cabía en la boca, no me preocupo y simplemente me desplace hasta quedar bien situada, con una sola sentadilla me quede ensartada en ella, en unos instantes comencé un subibaja que me estaba destrozando las entrañas, era mucho más dura que cualquiera que hubiera tenido antes dentro de mi, y lo bueno de todo eso es que con sus dedos, sujetaba mis pezones e iba marcando el ritmo, cada vez un poco más rápido, hasta que me lance en un desenfrenado galope, me salí en varias ocasiones, pero rápidamente apuntaba con una mano otra vez para poder continuar.

Cuando alcancé el que era ya el tercer orgasmo del día, me abatí sobre su pecho pues no me aguantaba, entonces coloco sus manos en mis caderas y siguió él moviéndome adelante y atrás, hasta que comenzó a soltar semen de una forma exagerada, notaba como me iba llenando por momentos, hasta que comencé a rebosar de la cantidad que había soltado dentro de mi.

Cuando me dejo parar, quedamos ambos con la respiración agitada, y seguro que no era por la calefacción, que mantenía la habitación a una muy agradable temperatura de 22 grados, pero ambos estábamos acalorados y hasta sudorosos diría yo, al rato me preguntó si quería ir al baño o prefería dormirme así, como es normal fuimos al baño, donde me lavo con sumo cuidado, tratando de excitarme todo lo que pudo, cuando me secó me acompaño hasta la cama, y tras arroparme con una sabana me preguntó, si esa noche querría más compañía. Pasaban de las tres pero sonriendo afirme con cara de niña buena.

Poco después, para mi sorpresa quien apareció fue tía Marta, esperaba que fuera Luisito, por lo que le había oído decir a ella, que enseguida me aclaro, que si prefería que se fuera o simplemente dormir, lo haría sin problemas, pero añadió entre risitas que Luisito, solo le había aguantado un par de asaltos, destape la cama y se deslizo a mi lado, es una mujer francamente bella, de esas que no deja indiferente a nadie, puede ir vestida con un saco, pero que hace que todos y todas la miren cuando aparece, más aún al presentarse tan solo cubierta con una picardía, que se transparentaba al quedar la luna llena ya baja.

Me preguntó si tenia alguna preferencia, al no saber que decir simplemente calle, entonces me preguntó si había sido mamá mi primera mujer, afirme y comenzó a acariciarme la cara con sus finas manos, mientras que notaba como una de sus rodillas se restregaba contra mi vulva, causándome una sensación nueva. Cuando comenzamos a besarnos me sentía muy bien, pensaba que después de estar con un tipo como Luis, me seria difícil gozar como lo estaba haciendo, no esperaba algo así, pero la vida te da sorpresas.

En instantes estaba entre mis rodillas, haciéndome el mejor sexo oral que haya recibido nunca, y no solo eso, cuando me llevo cerca del orgasmo, con delicadeza metió un par de finos dedos en el culo y me fue follando con ellos, el orgasmo fue sensacional y se alargó por tiempo incalculable, al ser el cuarto las fuerzas me abandonaban por momentos, pero al parecer la frecuencia de los jadeos le indicaban como seguir para alargarlo al máximo, cuando me dejo, quede hecha un trapo y totalmente inmóvil con los ojos cerrados, cuando reaccione y los abrí, me escrutaba con una mirada penetrante, entonces preguntó.

¿Cuántos han sido ya? Le respondí que era el cuarto y sin decirme nada más, me hizo poner de costado, me abrazo tomándome un pecho con la mano y mientras me besaba la columna me dormí, desperté al rato un tanto sobresaltada, no tenia muy claro si había soñado o estaba realmente con ella en la cama, alargue una mano hasta tocar la suya y note un beso en mi oreja, estaba despierta y junto a mi, en esta ocasión, fui yo quien me moví para quedar a la altura y me comporté, también para quedar a la altura, ella no se corto un pelo y resulto ser bastante escandalosa, pero se oía el correr de agua en alguno de los baños y no nos importo demasiado.

Entonces si que nos dormimos las dos, satisfechas y abrazadas de frente después de besarnos.

Pasaban de las diez cuando nos despertamos, nos duchamos juntas, se puso una bata larga y salimos de la habitación, en el sofá estaba Luisito dormido aún, fuimos a la cocina y comenzamos a tostar pan, mientras se hacia el café, pronto comenzamos a oír otras duchas, estábamos sentadas en el salón tomando el primer café, cuando salieron los primeros que fueron, Blanca y papá, poco después aparecieron las mellizas y Jesús y por fin mamá con Diego, todos sonreían tímidamente y alguien fue al cuarto de los chicos donde aún dormía tío Luis.

Después de esa primera noche tan animada, todos los días en un momento u otro, íbamos a casa de los abuelos pero nunca todos a un tiempo, en la casa siempre se quedaban, al menos dos parejas de lo más insospechadas, los hombres mantuvieron las distancias, excepto Luisito y Jesús, que organizaron un turno, para hacernos doble penetración a todas nosotras, pero eso es ya otra historia.

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